lunes, 21 de diciembre de 2015

televisión: Una amistad de otro planeta por Kevin Jared Martínez Márquez


 



Una amistad de otro planeta

(Torreón, México) Kevin Jared Martínez Márquez
 
Wanda es una adorable coneja que encontró al amigo más grandioso que hayas visto jamás: aquella tarde que se escuchó un ruido alborotador (parecido al de una nave espacial al estrellarse) Wanda conoció a Alien, un extraterrestre proveniente de un planeta lejanísimo. Como todo nuevo visitante, Alien sintió mucha curiosidad por todo lo que rodeaba a su nueva mejor amiga, y sin pensarlo dos veces, comenzó a explorarlo todo. Alien posee habilidades mágicas que le permiten crear momentos llenos de diversión, y con ayuda de su cohete espacial pasea junto con Wanda por todo el espacio exterior.
Conejo y extraterrestre vivirán aventuras de otro planeta, y aprenderán un sinfín de nuevas y emocionantes cosas. Diviértete viendo «Wanda y el alien», una serie animada de Nick Jr. basada en los libros para niños escritos e ilustrados por Sue Hendra, autora europea.

Información del programa:
Wanda y el alien / Nick Jr. (Latinoamérica)
Horario (Hora de México)
Sábado y domingo
14:00 hrs. y 20:00 hrs.

(c) Kevin Jared Martínez Márquez

Torreón

México

nota e imágenes enviadas por Kevin Jared Martínez Márquez para su publicación en la revista
Barco de papel

viernes, 11 de diciembre de 2015

La mudanza - Pedro Rafael Fonseca Tamayo*

                                      
Pedro Rafael Fonseca Tamayo



El hogar donde pasamos la infancia forma parte de nuestro ser para toda la vida. Cada rincón, objeto u olor vuelve a la memoria una y otra vez, dejándonos un dulce deseo de retornar en el tiempo y revivir esos momentos inolvidables, donde el universo cabe en una hoja de papel y la alegría es perpetua.

Con demasía amé yo, a mis diez años de edad, cada loseta, tabla o adorno de la casa. La sala, donde me deslicé cada vez que mi madre baldeaba, y me dejaba jugar con el chorro de agua de la manguera cual bombero, para luego acostarme sobre la deliciosa frialdad, lejos del calor y del intenso sol veraniego.
El comedor tenebroso, donde me obligaban a comer antes de irme a mataperrear, donde varias veces escondí tortillas, postas de carne y verduras no deseabas, y días después eran descubiertas en avanzado estado de putrefacción, repletas de gusanos, con un hedor insoportable. Comedor profético de tiempos futuros, cuando mi abuela me decía sonriendo “Mira que serás bobo” al verme preferir huevos fritos antes que carne.
¡Ah…y el baño con sus fragancias! ¡Cuántas historias! adoraba sentarme al inodoro y soñar que era un guerrero conquistando reinos minimizados en cada loseta de colores. Solía pasarme los ratos leyendo sobre el inodoro hasta que el grito de mi abuela me hacia apurarme ¡Cuánto miedo sentía al cerrar los ojos cuando me lavaban la cabeza! acudían a mi imaginación todos los monstruos de la historia, los segundos se volvían horas y casi siempre terminaba llorando hasta que veía la luz nuevamente y me tranquilizaba.  
La cocina olorosa era otro de mis lugares frecuentados a diario, por sus ollas y vajillas llenas de sorpresas, aunque odiaba y temía a las cucarachas voladoras, desde que una me picó el pito y se me hinchó como el globo de Matías Pérez.
Aun siento en mi boca el sabor de las raspas del congrí o de los dulces y escucho el sonido absorbente que hacia al chupar el tuétano de los huesos, ante la mirada triste de Pinky, la perrita de mi madre, quien me odiaba por ser su única competencia.
Después del almuerzo teníamos el hábito de dormir la siesta en los cuartos de camas endurecidas, bajo la vigilancia de escaparates abarrotados de cosas de diversas épocas y armados con los bastones del abuelo. Cada día me regañaban por mi afán de registrar las gavetas de las cómodas y armarios, en busca de fotografías, revistas y monedas antiguas.
¡Qué delicia los cuentos de la abuela antes de dormir, precedidos por las volteretas entre las sabanas! ¡Con qué sigilo me introducía entre ellos en las noches de tormenta! ¡Y con cuánta vergüenza sacaba en la mañana el colchón al sol cuando me orinaba dormido!
Pero mi sitio preferido era el librero. El amigo que abrió las puertas al conocimiento y a la imaginación, y por el que lloré mucho cuando un ciclón se llevo sus tesoros por el aire…! ¡Cuántos libros de aventura, ciencia-ficción e historia leí repetidas veces, olvidando el hambre y el tiempo! ¡Mezclando en mi mente la realidad y la fantasía!
Yo, verdaderamente, quería con pasión cada centímetro de aquella construcción, cada pedazo de tierra del patio donde tantas veces junto a mi abuelo cantamos la canción del azadón cuando plantábamos un nuevo árbol. Sin embargo, fue mi adorado abuelo quien convenció a todos para mudarnos a la gran ciudad, llena de posibilidades y opciones, según él.
La idea de dejar de ver el mar, el verde del campo y los animales me sumió en una gran tristeza, pero no había nada que hacer, todos poco a poco se acostumbraron a la idea del bullicio de los autos, tiendas y personas, así que yo también me hice la idea de respiraría aire contaminado el resto de mi vida.
La orden de que debíamos desprendernos de alguna pertenencia por culpa del poco espacio del camión me dejó sin palabras. Así, fueron vendidos los muebles de caoba, el refrigerador, las camas talladas y el juego de comedor, el cual le arrancó algunas lágrimas a mi bisabuela, pues había sido el regalo de bodas que le hizo un general mambí.
Mi madre y tías regalaron sus vestidos, platería, zapatos, discos de música y bultos de folletos sobre bordado. El barrio iba y venia, como hormigas locas, con las manos abarrotadas de recuerdos, y con caras de alegría agradecían los tesoros que llevaban.
A mi lo que más me dolió fue ver como se marchaban las grandes enciclopedias que servirían solamente para envolver las coladas de café que vendía la vecina, y lo que es peor, me obligaron a regalar la mayoría de los juguetes. ¡No hubo mayor tortura que entregar mi lancha rápida, los autos antiguos, los guerreros de plástico…mis más fieles compañeros de horas felices! Hubiera optado por quemarlos antes de verlos sucios y desmembrados, pero permanecí inmóvil.  
Fueron días tristes en los cuales me desvelaba por el llanto y el traqueteo continuo de las mujeres en la madrugada, hasta que un día el llanto se hizo mayor y a la mañana siguiente era el único que reía ante la noticia: la mudanza se deshizo. Ya no habría viaje a la gran ciudad. Nos quedarían, aunque ahora debíamos soportar los comentarios y las burlas del vecindario.
Mi abuelo se conformó con ir a leer el periódico al balance que fue suyo por más de treinta años y ahora se pudría mojándose en el portal del vecino.  Mi madre, abuela y tías se mordían la lengua hasta sacarse sangre cuando eran saludadas por las vecinas vestidas con sus ropas y joyas.  
Yo, día tras día, debía buscar un pomo de agua fría en nuestro ex-refrigerador que también estaba en posesión del vecino y soportar la amargura de ver mis juguetes desbaratados por doquier, sin tener ni un trompo para bailar. Nunca comprendí porque no nos devolvieron nada y mucho menos porqué se pelearon con nosotros.
Al cabo de unos meses, cuando ya me estaba acostumbrando a los juguetes de pomos, a los balances de cabilla y al agua de tinaja, el abuelo volvió a embullar a la familia para otra mudanza a la gran urbe. El gato, que era el único de los obsequios que retornó, lanzó un grito escalofriante y se subió en el caballete de la casa. Yo, por mi parte, decidí esconderme entre los gajos de la mata de aguacate, antes de ser obsequiado también al vecino, pues escuché bien clarito, cuando el abuelo les decía a todos que el carro para la mudanza era mucho más pequeño que el anterior.
(c) Pedro Rafael Fonseca Tamayo
Niquero
Granma
Cuba

 Pedro Rafael Fonseca Tamayo, es sociólogo, periodista y escritor. Escribe cuentos para adultos aunque sus mayores premios están en la literatura infantil. Ha sido finalista en varios concursos nacionales e internacionales. Tiene varios cuentos publicados en la editorial digital Letras con arte y un cuento de su autoría se publicará  en el libro "Cuentos Microscópicos", microrrelatos para niñ@s, que saldrá en el proximo año editado por la prestigiosa editorial española Verbum.

*El cuento La mudanza resultó finalista en el concurso de cuentos Revista Barco de papel 2015

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Las alas de la mariposa - Ana Isabel Espinosa García *

Ana Isabel Espinosa García

LAS ALAS DE LA MARIPOSA
El sol brillaba cada día en Ciudad Jardín , calentando la tierra con el calor de su aliento, envolviendo a las flores en su abrazo cariñoso y haciendo germinar las pequeñas semillas, llevando a sus tallos a fortalecerse, trasformando el aire en un oxigeno puro y limpio que los animales gustaban de olfatear contentos, mientras pastaban o corrían.
La vida era tranquila para los habitantes de aquel pequeño paraíso de vida vegetal y animal , pues todo era de una perfección y belleza inigualable.
Durante generaciones los padres habían criado allí a sus hijos y éstos -al hacerse mayores- habían hecho lo propio con los suyos.
Durante años las plantas habían nacido de pequeñas semillas ,que, con el calor del sol y la fina lluvia, se transformaban en hermosas flores, que daban alimento con el polen que nacía en sus vientres olorosos.
De estas plantas y otras muchas que nacían en Ciudad Jardín se alimentaban mamá coneja y sus conejitos, que vivían en una madriguera construida bajo un gran olmo; La señora gorriona con sus gorrioncitos, que tenían su nido sobre una higuera salvaje; Las trabajadoras abejas, que custodiaban con esmero la miel que producían en una colmena que colgaba de un ciprés y una familia de mariposas que libaba con placer el polen de un macizo de margaritas silvestres, antes de dejar sus huevos en las hojas de una hierbaluisa, que bailaba al compás de la suave brisa, muy cerca de allí.
Pero un día, justo aquel que los huevos de la mariposa se abrían, aquel en que el más pequeño de los conejitos iba a aprender a correr y el que la señora gorriona había previsto como el que sus hijos volarían solos por primera vez, el sol no salió, no emergió de la tierra como todos los amaneceres, resplandeciente y luminoso, alegre y dicharachero.
La señora coneja ,siempre tan buena madre, controlándolo las horas en que sus pequeñines debían comer, en que debían lavarse o incluso jugar, comprendió- solo echando una mirada al cielo- que algo terrible pasaba.
Fue ella, seguida por los cortos pasitos de sus hijos, quien despertó a todos los habitantes de Ciudad Jardín.
Bueno a casi todos, porque Lucas, la mofeta, se quedó en su madriguera bajo el musgo recostado y calentito, sin querer saber nada que no fuera alargar su sueño unas horitas más. En cambio, la señora Flamenco, que vivía en un lago que enfrentaba Ciudad jardín, mirándolo con sus placidos ojos azules, sí que se preocupó porque decía -entre graznidos y saltitos- que si el sol no volvía a salir, ninguno de ellos sobreviviría.
Esas palabras sí que las entendieron todos, pues sabían que dependían del sol para hacer crecer las plantas, que a su vez alimentarían a los animales con sus frutos, que a su vez reposarían bajo el calor benéfico del astro de los cielos.
-Bueno, entonces que todos estamos de acuerdo en lo importante que es el sol-dijo mamá coneja subida a una alta roca, para que desde allí todos la oyeran-, creo que deberíamos hacer algo para averiguar por qué hoy no ha salido.
En ese momento desde una de las ramas verdes de la hierbaluisa se oyó una vocecita afinada e infantil que respondía a una pregunta no hecha:

-Yo iré a averiguar qué le ha pasado al sol.

Todos volvieron sus miradas hacia la mata de hierbaluisa que en el contraluz de la noche parecía color verde oscuro, pero nada en la pasividad e inmovilidad de ella les indicaba que la oferta de ayuda hubiera salido de allí, hasta que vieron que una pequeña oruguita, fina y delgada como una brizna de yerba y del color parduzco de las hojas en otoño, se deslizaba por sus ramas comiendo un brote de aquí, una hoja de allá, mientras se dirigía hasta el suelo.
Todos estallaron en carcajadas, incluida la señora Flamenco, que, al estar sobre una sola de sus patas, hasta se cayó impulsada por la comicidad de que una inservible oruguita, el simple aperitivo de cualquier ave rapaz ,fuera tan osada como para creerse capaz de llevar a cabo una misión tan importante y delicada.
-Pero, hijita-le dijo con todo su desprecio, mirándola con sus grandes ojos, desde su altura-, ¿Acaso crees que tan pequeña y débil como eres podrás averiguar qué le sucedió al sol para que no nos alumbrara en esta mañana?, ¿es que no te has dado cuenta de que no podrías volar, como haría yo si quisiera, hasta mas allá de aquella alta montaña donde sabemos que duerme el sol, para acercándome con cuidado de que no me abrasara con su boca de fuego, pedirle con humildad que saliera como cada día?
Uno de los hijos de la señora coneja, aquel que había heredado de su padre, un conejo de paso hacia tierras altas, un hermoso lunar marrón que le tapaba su ojo derecho, emborronándole su blanca piel, se atrevió, en su juventud e inexperiencia, a levantar la voz sin pedir turno para ello, diciendo;


-Yo la acompañaré ,señora, llevándola sobre mi espalda para que nada sufra ni tema.

Ya la señora Flamenco estaba dispuesta a dar un picotazo en la cabeza del intruso, cuando desde la rama más alta del olmo, se escuchó otra vocecita alegre que decía:

-Yo también los acompañaré, que aunque aún no sé volar, seguro que en algo les podré ser de utilidad.

Fue mucho el revuelo que se armó en la comunidad y mucho el tiempo en que discutieron, gritaron ,sin llegar a ningún acuerdo, hasta que la señora lechuza, algo adormilada pues se había llevado toda la noche de vigilancia desde su alta encina, silenció las voces que se elevaban por el negro cielo para preguntar;

-¿Algún otro, aparte de estos valientes niños , quiere enfrentarse con el sol y pedirle cuentas sobre el porqué de su conducta?

Y todos agacharon los picos y las alas, las patas y las caras peludas, para que la mirada de fuego de la señora lechuza no los descubriese en su cobardía.

-De acuerdo entonces, estos tres valientes niños, se encargarán de descubrir los motivos para que hoy se durmiese el sol.

Y así ,en pocos minutos la señora coneja y la señora gorriona aleccionaron a su hijos sobre los peligros que podían correr y sobre la forma más adecuada de comportarse, aunque a la pobre oruguita nadie le dijo nada porque no tenía a nadie que por ella velara, pues las otras oruguitas que con ella nacieron se perdieron en la negrura de la noche, antes de que pudiera ver sus caras o escuchar el sonido de sus voces.

Juntos marcharon, el conejito dando enormes saltos, en la espalda la oruguita y en la cabeza el pequeño gorrión, hacia la vasta y alta montaña donde se decía que dormía, durante la noche, el sol.
Fue un camino duro y largo en el que se contaron sus secretos y sueños, en el que estrecharon lazos que nunca creyeron poder compartir, pero sobre todo en el que se hicieron amigos, sin importarles las diferencias que había entre ellos, la especie a la que pertenecían o su color, solo mirándose por lo que se escondía en lo más profundo de sus corazones.
Cuando llegaron a la montaña, sintieron el frío de la soledad y la agonía de la noche. Temieron por primera vez desde que comenzaron el viaje, sobre todo por los extraños aullidos que del interior salían y los alaridos y llantos que parecían de fantasmas.
Ya el gorrión y el conejito ,lloraban, queriendo regresar a casa, pero la oruguita, tenaz y obstinada, quiso seguir mas allá, justo hasta donde el sol se encontraba.
Al paso, les salió un águila que quiso llevárselos -entre sus garras- para que fueran la comida de sus recién nacidos aguiluchos, pero las voces, los lamentos y lloros que se hacían más potentes según a lo más alto trepaban, la hicieron desistir, como buena madre , yendo a socorrer a sus hijitos, a los que creía en peligro.
Por fin, llegaron a lo más alto, casi a la cumbre, donde creyeron que encontrarían al sol durmiendo, pero cual no sería su sorpresa al hallarlo clamando, llorando y lamentándose, con grandes suspiros y gemidos.
Fue la oruguita , la que se acercó sin temer nada. Fue ella la que consoló al gran astro, sin temer quemarse o causarse dolor, porque le importaba más la desdicha de aquel que su propia felicidad, siendo así como conoció las desgracias del sol, que decía no tener ni un solo amigo, vagar por los campos y villas, sin que jamás nadie le sonriera o se acercara a charlar con él.
Fue también ella ,con la ayuda del conejito-que daba saltos de emoción- y del gorrión-que alzaba por fin sus alas -quien le contó lo mucho que los demás animales y plantas le querían, como dependían de él para sobrevivir, para tener a sus hijos o para alimentarse.
Por sus bocas inocentes, supo el sol, lo mucho que se le apreciaba, lo amado por todos que era y lo equivocado que había estado.
Por ello, pidió disculpas, yéndose presto a iluminar el nuevo día, cabalgando sobre la aurora y filtrando sus rayos a través del manto negro de la noche.
Los animales y las plantas eran todo felicidad viendo al sol brillar de nuevo en los cielos, las plantas se estiraban para que sus hojas se impregnaran con su calor y los animales lo miraban con respeto y atención.
Los niños valientes regresaron a sus casas...El conejito enseñando las nuevas piruetas aprendidas junto al sol a sus hermanos y el gorrión dando lecciones de vuelo a los suyos.
Solo la oruguita se encontraba mal, sin saber porqué, sintiéndose con ganas de cobijarse en si misma, tejiendo un hermoso capullo, en la misma rama de hierbaluisa en la que había nacido y escondiéndose dentro de él.
Cuando el sol supo por una de las águilas-aquella que más se atrevía a acercarse a su estela - lo que le había sucedido a la pequeña oruguita, durante días enteros, no se apartó de su lado, abrigando con sus rayos , el pequeño capullo blanco que se balanceaba contento al compás de la brisa del oeste.
Hasta que una mañana, con la amanecida y el sol saliendo de entre los brazos somnolientos de la montaña, todos los habitantes de Cuidad Jardín vieron como el capullo se abría naciendo de él una linda mariposa, que estiró sus nuevas alas, para que todos las pudieran admirar.


-Son alas de oro-dijo el conejito, desde la puerta de su madriguera.

-Pero…¿cómo es posible, que una mariposa así ?, ¿sin que nadie nunca antes la viera?-exclamó la envidiosa señora Flamenco, desde su privilegiada altura.

Pero la oruguita se echó a volar, sin importarle sus comentarios, porque lo único que deseaba -de veras- era unirse con su amigo del alma, con el que tantas horas de calor había compartido y con el que fue a estrenar sus nuevas alas de fuego, como el mismo sol.




(c)Ana Isabel Espinosa García

Puerto Santa María de Cádiz

España

Ana Isabel Espinosa García es escritora y columnista en prensa
Ha sido distinguida con los siguientes premios:

Primeros premios:

De cuentos Miquel Adquert Noguerol . / Baltasar Porcel de novela, concedido por el Excmo Ayuntamiento de Andraix,Mallorca/ de cuentos Valdemera, patrocinado por el Excmo Ayuntamiento de Velilla de san Antonio (Madrid/ Barcarola de cuento/ de relato Ciudad de Baza / de narrativa del certamen nacional literario que patrocina el Ateneo Mercantil y Cultural de Onda,en Castellón./ de la federación de centros castellanos en el pais vasco/ de relatos de mujer del ayuntamiento de Pola de Laviana en Asturias/ de novela corta Ciudad de Jumilla,del ayuntamiento de Jumilla(Murcia)

Finalista de relato en el premio de narrativa del Exmo Ayuntamiento de Algodonales //finalista de la Biblioteca Pública Municipal de Andorra,//finalista en el Certamen de relatos semanasanteros de la Tertulia Cofrade Pasión de Valladolid//finalista del certamen de relatos de mujer del Ayuntamiento de Bilbao durante cinco años consecutivos//accésit en el certamen de novela corta del Ayuntamiento de Benalup //Premio en el certamen de la asociación "ya te digo" //premio de ensayo con la obra "Claves,ideas y recados para no odiar"//finalista del Nostromo de novela,patrocinado por el Museu Marítimo de Barcelona //doble finalista del certamen de nacional de cuentos villa de la guardia //doble finalista de concurso de cuentos Blas Infante , La hija demi madre, relato seleccionado en el certamen Café con literatos, FINALISTA Relto breve Bohemia 2012 finalista en el 9º Certamen Internacional de Relato "La lectora impaciente", FinalistaIII Certamen Literario María Carreira 2015,Finalista certamen de relatos de mujer de Santurtzi 2015, finalista certamen internacional relatos policiacos SSemana Negra Gijón 2015, Finalista del certamen de relatos de terror Dunbok 2015 con libro antología reconstrucción, Sangre en la arena microrrelato seleccionado para la publicación en el libro solidario Bocados sabrosos II: FINALISTA DEL DE RELATO JULIO CORTAZAR DE LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA, con el relato titulado UN TIRO AL AIRE.

*El cuento Las alas de la mariposa resultó ganador en el concurso de cuento Revista Barco de papel 2015
 












 

lecturas: Cinco amigas y un musical - Tea Stilton



Cinco amigas y un musical

Tea Stilton

Editorial Destino

(Buenos Aires)

Cinco amigas y un musical, de Tea Stilton narra una historia de alumnos de la Universidad de Ratford, quienes deciden llevar a escena el musical inspirado en la clásica obra: El mago de Oz, obra del autor norteamericano Lyman Frank Baum, publicada en 1900. El libro narra las aventuras de la joven Dorothy quien, después de un tornado, llega al fantástico mundo de Oz, y mientras busca el camino para regresar a casa, conoce a tres amigos muy especiales: un león al que le gustaría ser valiente, un espantapájaros que quiere ser inteligente y un hombrecito de hojalata que desea tener un corazón. El curso, dirigido por Madame Ratinsky era muy concurrido. Las chicas del Club de Tea - Colette, Violet, Pamela, Paulina y Nicky que así se llman, quieren formar parte del espectáculo y ayudan a su amigo, Craig a superar el miedo escénico.