miércoles, 14 de febrero de 2024

Lección de filosofía para niños- Conocimiento de la vida por Rosângela Trajano

 


 



 

El niño buscaba

Cuidar las plantas

De su corazón al amor

Estar siempre jugando

Las dificultades ocurren

Todo el mundo pasa por ellos

Pero se olvidan

Cuando tienes amigos

Creer en el amor

Acostarse y soñar mucho

Luchar por un mañana

Donde el sol nos despertará

 

Rosângela Trajano

 

Ejercicios para pensar bien.

1 - ¿Qué es saber vivir?

2 - ¿Qué cosas buenas haces en tu vida?

3 - ¿Es difícil saber cómo vivir? ¿Por qué?

4 - ¿Qué cosas pueden ayudarnos a saber cómo vivir?

5 - Deja un mensaje para la gente sobre el saber vivir.

 

Haz un dibujo de ti mismo sabiendo cómo vivir.

 (c) Rosângela Trajano 

 Rosângela Trajano es Licenciada y  bachiller en filosofía y maestra de  literatura.

texto e ilustración (c) Rosângela Trajano 

Brasil

martes, 30 de enero de 2024

El último canguro - Araceli Otamendi

 

      




                                          “Platero es pequeño, peludo y suave, tan blando por fuera que se diría todo de algodón”

                                                 Juan Ramón Jiménez

Dicen que soy el último canguro, sobreviviente de una especie extinguida. ¿Cómo llegué aquí vivo? No sé, además con las facultades de leer y escribir. Antes masticaba hierba y era un marsupial. Ahora escribo, después de la masacre, ahora escribo.

Primero fue la ley que autorizó a matar a los canguros por cantidades racionales, antes de que nos transformáramos en una plaga. Un tiro en la cabeza y caímos muertos.

Por lo general, los francotiradores evitaban hacerlo cerca de las piscinas, dicen que el color rojo en el agua era feo y arruinaba el . paisaje.

Algunos quisieron vendernos como carne de caza para el restaurant. No éramos lo suficientemente exóticos. Demasiado domésticos. Saltando en los jardines con la cría a cuestas, en la bolsa, después de matarnos , hubiera sido mucho.

Es cierto que parecía un complot. Nos reproducimos a un ritmo vertiginoso. A muchas personas  -si es que pueden llamarse así – les parecía tierno el espectáculo de un canguro madre con el bebé a cuestas. Pero todo tiene un límite, decían. Todo y nosotros, los canguros, no fuimos la excepción. Dicen, porque alguien siempre dice, que yo era pequeño, peludo y suave como Platero. Después me hice grande, tomaba mucha agua, vaciaba piletas. Entonces empezó la persecución.

¿Por qué quedé yo? Además con las facultades de leer y escribir.

Primero, presumo, porque vivía en un bosque, donde había aborígenes. Ahí aprendí mucho de ellos. Dibujar con cortezas, por ejemplo. Ellos me enseñaron el arte del dibujo y también de leer y escribir.  ¿Cómo sabían? No lo sé, pero nos comunicábamos bien.

El jefe decía que yo le traía suerte y debía acompañarlo a todos lados, hasta el pueblo más cercano. Ahí compraba cosas, las cambiaba por hilos, tejidos, cosas que hacían ellos, los aborígenes, no se daban cuenta, eso me parecía a mí, de lo que iba a venir.

Ahí vi que las personas estaban locas, corrían, viajaban en artefactos extraños, a velocidades increíbles. Vivían atascados en congestionamientos  de tránsito. De noche, al llegar a sus casas estaban exhaustos. Miraban un cuadrado luminoso donde  otras personas, sin mirarlos, vivían una vida distinta, llena de colores, a veces. Otras, en blanco y negro. Los espectadores, después, imitaban a los de la pantalla, corrían más para vivir como los otros, los del otro lado. Vivían vidas artificiales, encerrados, compraban, compraban, para parecerse a ellos, los otros, los de adentro de la caja.

Después de ver eso yo prefería el bosque. Tal vez me hice un poco salvaje. Dormir bajo las estrellas, sobre el pasto tiene su encanto. Soñaba con praderas verdes, con árboles llenos de hojas, con cielos azules, con lagos de agua dulce y cristalina. ¿Era demasiado pedir?

Lo horroroso ocurría los fines de semana, cuando las personas llegan. Entonces lo cubrían todo con los autos, los papeles, los manteles sobre el pasto, las botellas de plástico.

¿Por qué me hice canguro y escritor? No lo sé, me vino dado, fue mi destino. Alguien debía contar la catástrofe.

© Araceli Otamendi