martes, 27 de agosto de 2013

Los cisnes salvajes - Texto Hans Christian Andersen


Los cisnes salvajes
Texto Hans Christian Andersen
Ilustrado por
Joanna Concejo
Fondo de Cultura Económica

(Buenos Aires)

Los cisnes salvajes es un célebre cuento de Hans Christian Andersen que narra  la historia de  una niña llamada Elisa y de sus hermanos. Eran hijos de un rey que se casó con una reina muy malvada, que obliga con sus malas artes a los niños a irse de la casa y a quedar desprotegidos.  Sin embargo el hechizo no es tan poderoso porque los niños se convierten en cisnes salvajes que emitiendo un graznido extraño atraviesan las ventanas del palacio y vuelan hacia el bosque. Los cisnes llegan a la cabaña donde duerme Elisa, revolotean sobre el techo, tratan de llamarle la atención pero nadie los ve. Entonces vuelan hacia las nubes y cruzan el ancho mundo hasta llegar  hasta un tupido y oscuro bosque. Elisa, sola en su cuarto , se entretiene con una hoja verde ya  que no tiene juguetes, y se imagina que a través de ella puede ver los ojos claros de sus hermanos.  Elisa regresó al palacio cuando cumplió quince años y el odio y el resentimiento de la reina crecieron apenas vio lo  hermosa que era su hijastra. En ese momento la hubiera transformado en un cisne como a sus hermanos, pero no seatrevió a hacerlo porque el rey quería ver a su hija. La reina envía tres sapos para que cuando Elisa esté en el baño.
A uno de los sapos  le da la orden de posarse en la cabeza de Elisa para que se vuelva tonta; al otro, le da la orden de posarse en la frente de Elisa para que se vuelva fea; y al tercero, le indica que se pose sobre su corazón para que tenga inclinaciones malvadas. Sin embargo, es tal la bondad de Elisa, que cuando sale de la tina del baño, los tres sapos se han transformado en tres amapolas rojas. La princesa era demasiado buena e inocente para que la brujería tuviera algún poder sobre ella.
La reina insiste con sus maldades y Elisa se va a caminar por los campos y páramos hasta llegar a un  bosque. Y como siempre extraña a sus hermanos. Durante la noche Elisa sueña con sus hermanos, son niños otra vez y juegan juntos. Los ve escribir  con sus lápices de diamante y ella observa el hermoso libro ilustrado que había costado casi medio reino. "...No trazaban líneas y letras como solían hacerlo, sino detalles sobre todo lo que habían visto y descubierto. En el libro todo estaba vivo: los pájaros cantaban
y la gente salía de las páginas para hablarles a Elisa y sus hermanos; pero cuando la princesa daba  vuelta la página, los personajes volvían a tomar sus lugares, de manera que todo quedaba de nuevo en orden...". Elisa siguió pensando en sus hermanos, hasta que en el bosque encuentra a una viejecita que le habla  de once cisnes, con coronas doradas en su cabeza. Entonces Elisa sigue buscando hasta que encuentra once plumas de cisne. Luego los ve volar. Finalmente, encuentra a los cisnes que se transforman en  príncipes. Uno de ellos le cuenta que están bajo un hechizo, que vuelan como cisnes salvajes mientras el sol está en el cielo, pero tan pronto el sol se oculta detrás de las montañas recobran la forma humana. Siempre tienen que estar cerca de tierra firme antes del atardecer, porque si estuvieran volando hacia las nubes justo en el momento de transformarse en hombres, se sumergirían en el fondo del mar.  Elisa quiere romper el hechizo y uno de los príncipes le propone llevarla al lugar donde habitan. Entonces ella teje una red grande y fuerte con ramas de un árbol y se recuesta en ella para que sus hermanos nuevamente transformados en cisnes la lleven volando. Cuando llegan a un país de hermosas montañas azules, bosques de cedros, ciudades y palacios, Elisa reza y hasta en sueños le pide ayuda a Dios para saber cómo salvar a sus hermanos. "...Le pareció entonces que volaba por los aires hacia el nebuloso  palacio del hada Morgana y que ella misma venía a su encuentro. El hada era deslumbrantemente hermosa y también muy parecida a la viejecita que le convidó moras en el bosque y le dijo que había visto los  cisnes de cabezas coronadas...". El hada entonces le dice a Elisa que debe tejer once suéteres para sus hermanos, con el lino que conseguirá arrancando ortigas. Deberá hacer esa tarea sin hablar porque la primera palabra que pronuncie causará la muerte de los hermanos. Es así, que Elisa, cumpliendo con las instrucciones del hada y después de mucho esfuerzo, sacrificio y sufrimientos logra liberar a los príncipes que se transforman nuevamente en hombres. El libro está ilustrado de una forma muy atractiva, con colores llamativos y hermosas figuras.

Hans Christian Andersen nació en  1805 en Odense, capital de la isla danesa de Fionia. Emigró a
Copenhague en su adolescencia e inició un penoso peregrinaje en busca de trabajo, guiado por su pasión
por el teatro. Obtuvo una beca real para cursar estudios secundarios y en 1828 ingresó a la Universidad
de Copenhage. Publicó  Fodreise, Digte, Skyggebilleder, luego de sus viajes a Alemania y Suiza. En 1835
comenzó a publicar las primeras fábulas de la colección Eventyr og  histories, y más adelante dedicó a los
niños las Eventure fortalte for Boern y el Belledbog oden Billeder. Su autobiografía Mi livs Eventyr es de 1855. Murió en Rollghed en 1875. Entre otros de sus cuentos famosos están La sirenita, El traje nuevo del emperador y  El patito feo.

¿Por qué hay libros? Carlos Marianidis

¿ P O R    Q U É    H A Y    L I B R O S ?





    Hubo un tiempo, hace mucho, en que los libros no existían.
    Entonces era imposible guardar, de algún modo, la información que había. Y todo el conocimiento terminaba perdiéndose.
    Las personas que viajaban por el mundo contaban lo que habían visto. O inventaban canciones. Así, los que sabían algo y deseaban enseñarlo, sólo podían usar su voz.

    Otros (los que escribían correctamente), redactaban cartas. Para eso, tomaban una pluma de pájaro. Luego la cortaban al medio y mojaban la punta en un frasco de tinta. Escribían una línea, le echaban talco para que se secara bien y así, poco a poco, continuaban hasta el final.
    Completar una sola hoja podía llevar horas... Con el tiempo, muchos de esos papeles acabaron desteñidos, rotos o simplemente olvidados en el cajón de algún viejo armario.
    Años después, a alguien se le ocurrió juntar todas las cartas que hablaban sobre lo mismo. Y así aparecieron los primeros libros manuscritos. Un libro sobre viajes. Otro sobre plantas. Otro sobre animales...

    Un día, el señor Gütemberg –un artesano alemán que trabajaba con hierro- creó un aparato. Fue un instante mágico en la historia del mundo.
- Voy a hacer pequeñas letras que se puedan mover de lugar –dijo-. Muchas “A”, muchas “B”, muchas “C”... Entonces, podré armar oraciones. Con varias oraciones haré una página entera. Y si les paso tinta con un rodillo y apoyo las oraciones de metal sobre un papel... ¡tendré una hoja escrita! ¡Y mejor que con mi propia mano!
     Así nació la imprenta.
    Si alguien quería hacer un libro de diez páginas, debía preparar diez planchas de metal. Todas estaban llenas de letras que formaban oraciones. Algunas, hasta tenían dibujos.
    Para imprimir cien libros, se debía pasar la tinta por cada página... después, apoyar cada plancha de metal sobre el papel, cuidando de copiar bien cada letra... y realizar esa operación cien veces... ¡Cuánto trabajo!

    Ahora que sabes esto...
    ¿No te parece genial que puedas elegir el libro que quieras y leerlo sentado bajo un árbol?
    ¿No te parece maravilloso que existan las bibliotecas?
    ¿No te parece increíble que tocando un botón de la computadora puedas entrar a las bibliotecas más grandes del mundo? ¡Y ver miles de libros que te muestran millones de cosas que no conoces!
    Cuantos más libros leas, más alto podrás volar.

    Tal vez sea por eso que la palabra LIBRO se parece tanto a la palabra LIBRE.

(c) Carlos Marianidis
Buenos Aires

Carlos Marianidis es escritor 

Pequeños miedos - Carlos Marianidis

P E Q U E Ñ O S    M I E D O S   





    La mamá de Mario estaba preocupada. Todas las noches, a la hora de dormir, su hijo lloraba.
- Le tiene miedo a la oscuridad –dijo Marcela, su hermana mayor. Y se tapó la boca, divertida-. ¿Viste? Al final, no sirvió de nada pintarle tantos dibujos en las paredes.   
    Entonces, la señora puso cara de estar enojada y miró hacia abajo.
- ¡No te rías de tu hermano! ¡Tú también fuiste así de chiquita! ¡Y también llorabas por todo!
    La niña escondió las manos tras la espalda, dio media vuelta y se fue sin decir una palabra. Después de unos minutos, volvió con un libro.
- ¿Y si le leo un cuento para que se duerma...? –preguntó.
- ¡Qué buena idea! –le sonrió la madre. Y siguió planchando los delantales de la escuela y el jardín.  

    La noche volvió a estar tranquila y silenciosa. Pero, de pronto, explotó otro llanto de Mario. Enseguida, junto a la mesa de planchar, pasaron los rulos de Marcela.
- No le gustó la historia –dijo la niña. Y se fue a la cocina a hojear su nuevo álbum de figuritas.

    Una noche, en puntas de pie, la señora se acercó al cuarto de Mario para ver qué ocurría. Orgullosa, vio a su hija sentada junto a la pequeña cama... La escuchó con atención... ¡Y entonces supo por qué el pobrecito lloraba todas las noches!
    La niña abrió un gran libro, pero en vez de leer, inventó una historia.         
- Había una vez un príncipe llamado Mario –dijo ella en voz baja-. Vivía encerrado en un frío castillo que tenía las paredes llenas de dibujos. Había osos, elefantes, leones... Y, por las noches, mientras Mario dormía... los animales tomaban vida, les crecían colmillos enormes cubiertos de sangre... ¡y bajaban de las paredes para comerse al príncipe!

    ¡Qué cosa, la gente celosa! Hay niños que, cuando les nace un hermanito, tienen miedo a que los padres ya no los quieran como antes. ¡Hasta viven años enteros con esa idea!
    Y tú... ¿quieres saber cómo termina esta historia?
    Marcela tuvo una semana de castigo: siete días sin ver la tele. Por asustar a su hermano.
    El padre de Mario quitó todos los dibujos y pintó el cuarto de color celeste cielo.
    Y esa noche, mágicamente, Mario dejó de llorar. Porque supo que los únicos animales terribles (igual que todos los miedos) salen de... ¡la imaginación!

(c) Carlos Marianidis
Buenos Aires

Carlos Marianidis es escritor