martes, 27 de agosto de 2013

Pequeños miedos - Carlos Marianidis

P E Q U E Ñ O S    M I E D O S   





    La mamá de Mario estaba preocupada. Todas las noches, a la hora de dormir, su hijo lloraba.
- Le tiene miedo a la oscuridad –dijo Marcela, su hermana mayor. Y se tapó la boca, divertida-. ¿Viste? Al final, no sirvió de nada pintarle tantos dibujos en las paredes.   
    Entonces, la señora puso cara de estar enojada y miró hacia abajo.
- ¡No te rías de tu hermano! ¡Tú también fuiste así de chiquita! ¡Y también llorabas por todo!
    La niña escondió las manos tras la espalda, dio media vuelta y se fue sin decir una palabra. Después de unos minutos, volvió con un libro.
- ¿Y si le leo un cuento para que se duerma...? –preguntó.
- ¡Qué buena idea! –le sonrió la madre. Y siguió planchando los delantales de la escuela y el jardín.  

    La noche volvió a estar tranquila y silenciosa. Pero, de pronto, explotó otro llanto de Mario. Enseguida, junto a la mesa de planchar, pasaron los rulos de Marcela.
- No le gustó la historia –dijo la niña. Y se fue a la cocina a hojear su nuevo álbum de figuritas.

    Una noche, en puntas de pie, la señora se acercó al cuarto de Mario para ver qué ocurría. Orgullosa, vio a su hija sentada junto a la pequeña cama... La escuchó con atención... ¡Y entonces supo por qué el pobrecito lloraba todas las noches!
    La niña abrió un gran libro, pero en vez de leer, inventó una historia.         
- Había una vez un príncipe llamado Mario –dijo ella en voz baja-. Vivía encerrado en un frío castillo que tenía las paredes llenas de dibujos. Había osos, elefantes, leones... Y, por las noches, mientras Mario dormía... los animales tomaban vida, les crecían colmillos enormes cubiertos de sangre... ¡y bajaban de las paredes para comerse al príncipe!

    ¡Qué cosa, la gente celosa! Hay niños que, cuando les nace un hermanito, tienen miedo a que los padres ya no los quieran como antes. ¡Hasta viven años enteros con esa idea!
    Y tú... ¿quieres saber cómo termina esta historia?
    Marcela tuvo una semana de castigo: siete días sin ver la tele. Por asustar a su hermano.
    El padre de Mario quitó todos los dibujos y pintó el cuarto de color celeste cielo.
    Y esa noche, mágicamente, Mario dejó de llorar. Porque supo que los únicos animales terribles (igual que todos los miedos) salen de... ¡la imaginación!

(c) Carlos Marianidis
Buenos Aires

Carlos Marianidis es escritor 















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