P E Q U E Ñ O S M I E D O
S
La mamá de Mario estaba preocupada. Todas las
noches, a la hora de dormir, su hijo lloraba.
- Le tiene miedo a la oscuridad –dijo Marcela,
su hermana mayor. Y se tapó la boca, divertida-. ¿Viste? Al final, no sirvió de
nada pintarle tantos dibujos en las paredes.
Entonces, la señora puso cara de estar enojada y miró hacia abajo.
- ¡No te rías de tu hermano! ¡Tú también fuiste
así de chiquita! ¡Y también llorabas por todo!
La
niña escondió las manos tras la espalda, dio media vuelta y se fue sin decir
una palabra. Después de unos minutos, volvió con un libro.
- ¿Y si le leo un cuento para que se duerma...?
–preguntó.
- ¡Qué buena idea! –le sonrió la madre. Y
siguió planchando los delantales de la escuela y el jardín.
La
noche volvió a estar tranquila y silenciosa. Pero, de pronto, explotó otro
llanto de Mario. Enseguida, junto a la mesa de planchar, pasaron los rulos de
Marcela.
- No le gustó la historia –dijo la niña. Y se
fue a la cocina a hojear su nuevo álbum de figuritas.
Una
noche, en puntas de pie, la señora se acercó al cuarto de Mario para ver qué
ocurría. Orgullosa, vio a su hija sentada junto a la pequeña cama... La escuchó
con atención... ¡Y entonces supo por qué el pobrecito lloraba todas las noches!
La
niña abrió un gran libro, pero en vez de leer, inventó una historia.
- Había una vez un príncipe llamado Mario –dijo
ella en voz baja-. Vivía encerrado en un frío castillo que tenía las paredes
llenas de dibujos. Había osos, elefantes, leones... Y, por las noches, mientras
Mario dormía... los animales tomaban vida, les crecían colmillos enormes cubiertos
de sangre... ¡y bajaban de las paredes para comerse al príncipe!
¡Qué
cosa, la gente celosa! Hay niños que, cuando les nace un hermanito, tienen
miedo a que los padres ya no los quieran como antes. ¡Hasta viven años enteros
con esa idea!
Y tú...
¿quieres saber cómo termina esta historia?
Marcela tuvo una semana de castigo: siete días sin ver la tele. Por
asustar a su hermano.
El
padre de Mario quitó todos los dibujos y pintó el cuarto de color celeste
cielo.
Y esa
noche, mágicamente, Mario dejó de llorar. Porque supo que los únicos animales
terribles (igual que todos los miedos) salen de... ¡la imaginación!
(c) Carlos Marianidis
Buenos Aires
Carlos Marianidis es escritor
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