Ana Isabel Espinosa García |
LAS ALAS DE LA MARIPOSA
El sol brillaba cada día en Ciudad Jardín , calentando la tierra con el calor de su aliento, envolviendo a las flores en su abrazo cariñoso y haciendo germinar las pequeñas semillas, llevando a sus tallos a fortalecerse, trasformando el aire en un oxigeno puro y limpio que los animales gustaban de olfatear contentos, mientras pastaban o corrían.
La vida era tranquila para los habitantes de aquel pequeño paraíso de vida vegetal y animal , pues todo era de una perfección y belleza inigualable.
Durante generaciones los padres habían criado allí a sus hijos y éstos -al hacerse mayores- habían hecho lo propio con los suyos.
Durante años las plantas habían nacido de pequeñas semillas ,que, con el calor del sol y la fina lluvia, se transformaban en hermosas flores, que daban alimento con el polen que nacía en sus vientres olorosos.
De estas plantas y otras muchas que nacían en Ciudad Jardín se alimentaban mamá coneja y sus conejitos, que vivían en una madriguera construida bajo un gran olmo; La señora gorriona con sus gorrioncitos, que tenían su nido sobre una higuera salvaje; Las trabajadoras abejas, que custodiaban con esmero la miel que producían en una colmena que colgaba de un ciprés y una familia de mariposas que libaba con placer el polen de un macizo de margaritas silvestres, antes de dejar sus huevos en las hojas de una hierbaluisa, que bailaba al compás de la suave brisa, muy cerca de allí.
Pero un día, justo aquel que los huevos de la mariposa se abrían, aquel en que el más pequeño de los conejitos iba a aprender a correr y el que la señora gorriona había previsto como el que sus hijos volarían solos por primera vez, el sol no salió, no emergió de la tierra como todos los amaneceres, resplandeciente y luminoso, alegre y dicharachero.
La señora coneja ,siempre tan buena madre, controlándolo las horas en que sus pequeñines debían comer, en que debían lavarse o incluso jugar, comprendió- solo echando una mirada al cielo- que algo terrible pasaba.
Fue ella, seguida por los cortos pasitos de sus hijos, quien despertó a todos los habitantes de Ciudad Jardín.
Bueno a casi todos, porque Lucas, la mofeta, se quedó en su madriguera bajo el musgo recostado y calentito, sin querer saber nada que no fuera alargar su sueño unas horitas más. En cambio, la señora Flamenco, que vivía en un lago que enfrentaba Ciudad jardín, mirándolo con sus placidos ojos azules, sí que se preocupó porque decía -entre graznidos y saltitos- que si el sol no volvía a salir, ninguno de ellos sobreviviría.
Esas palabras sí que las entendieron todos, pues sabían que dependían del sol para hacer crecer las plantas, que a su vez alimentarían a los animales con sus frutos, que a su vez reposarían bajo el calor benéfico del astro de los cielos.
-Bueno, entonces que todos estamos de acuerdo en lo importante que es el sol-dijo mamá coneja subida a una alta roca, para que desde allí todos la oyeran-, creo que deberíamos hacer algo para averiguar por qué hoy no ha salido.
En ese momento desde una de las ramas verdes de la hierbaluisa se oyó una vocecita afinada e infantil que respondía a una pregunta no hecha:
-Yo iré a averiguar qué le ha pasado al sol.
Todos volvieron sus miradas hacia la mata de hierbaluisa que en el contraluz de la noche parecía color verde oscuro, pero nada en la pasividad e inmovilidad de ella les indicaba que la oferta de ayuda hubiera salido de allí, hasta que vieron que una pequeña oruguita, fina y delgada como una brizna de yerba y del color parduzco de las hojas en otoño, se deslizaba por sus ramas comiendo un brote de aquí, una hoja de allá, mientras se dirigía hasta el suelo.
Todos estallaron en carcajadas, incluida la señora Flamenco, que, al estar sobre una sola de sus patas, hasta se cayó impulsada por la comicidad de que una inservible oruguita, el simple aperitivo de cualquier ave rapaz ,fuera tan osada como para creerse capaz de llevar a cabo una misión tan importante y delicada.
-Pero, hijita-le dijo con todo su desprecio, mirándola con sus grandes ojos, desde su altura-, ¿Acaso crees que tan pequeña y débil como eres podrás averiguar qué le sucedió al sol para que no nos alumbrara en esta mañana?, ¿es que no te has dado cuenta de que no podrías volar, como haría yo si quisiera, hasta mas allá de aquella alta montaña donde sabemos que duerme el sol, para acercándome con cuidado de que no me abrasara con su boca de fuego, pedirle con humildad que saliera como cada día?
Uno de los hijos de la señora coneja, aquel que había heredado de su padre, un conejo de paso hacia tierras altas, un hermoso lunar marrón que le tapaba su ojo derecho, emborronándole su blanca piel, se atrevió, en su juventud e inexperiencia, a levantar la voz sin pedir turno para ello, diciendo;
-Yo la acompañaré ,señora, llevándola sobre mi espalda para que nada sufra ni tema.
Ya la señora Flamenco estaba dispuesta a dar un picotazo en la cabeza del intruso, cuando desde la rama más alta del olmo, se escuchó otra vocecita alegre que decía:
-Yo también los acompañaré, que aunque aún no sé volar, seguro que en algo les podré ser de utilidad.
Fue mucho el revuelo que se armó en la comunidad y mucho el tiempo en que discutieron, gritaron ,sin llegar a ningún acuerdo, hasta que la señora lechuza, algo adormilada pues se había llevado toda la noche de vigilancia desde su alta encina, silenció las voces que se elevaban por el negro cielo para preguntar;
-¿Algún otro, aparte de estos valientes niños , quiere enfrentarse con el sol y pedirle cuentas sobre el porqué de su conducta?
Y todos agacharon los picos y las alas, las patas y las caras peludas, para que la mirada de fuego de la señora lechuza no los descubriese en su cobardía.
-De acuerdo entonces, estos tres valientes niños, se encargarán de descubrir los motivos para que hoy se durmiese el sol.
Y así ,en pocos minutos la señora coneja y la señora gorriona aleccionaron a su hijos sobre los peligros que podían correr y sobre la forma más adecuada de comportarse, aunque a la pobre oruguita nadie le dijo nada porque no tenía a nadie que por ella velara, pues las otras oruguitas que con ella nacieron se perdieron en la negrura de la noche, antes de que pudiera ver sus caras o escuchar el sonido de sus voces.
Juntos marcharon, el conejito dando enormes saltos, en la espalda la oruguita y en la cabeza el pequeño gorrión, hacia la vasta y alta montaña donde se decía que dormía, durante la noche, el sol.
Fue un camino duro y largo en el que se contaron sus secretos y sueños, en el que estrecharon lazos que nunca creyeron poder compartir, pero sobre todo en el que se hicieron amigos, sin importarles las diferencias que había entre ellos, la especie a la que pertenecían o su color, solo mirándose por lo que se escondía en lo más profundo de sus corazones.
Cuando llegaron a la montaña, sintieron el frío de la soledad y la agonía de la noche. Temieron por primera vez desde que comenzaron el viaje, sobre todo por los extraños aullidos que del interior salían y los alaridos y llantos que parecían de fantasmas.
Ya el gorrión y el conejito ,lloraban, queriendo regresar a casa, pero la oruguita, tenaz y obstinada, quiso seguir mas allá, justo hasta donde el sol se encontraba.
Al paso, les salió un águila que quiso llevárselos -entre sus garras- para que fueran la comida de sus recién nacidos aguiluchos, pero las voces, los lamentos y lloros que se hacían más potentes según a lo más alto trepaban, la hicieron desistir, como buena madre , yendo a socorrer a sus hijitos, a los que creía en peligro.
Por fin, llegaron a lo más alto, casi a la cumbre, donde creyeron que encontrarían al sol durmiendo, pero cual no sería su sorpresa al hallarlo clamando, llorando y lamentándose, con grandes suspiros y gemidos.
Fue la oruguita , la que se acercó sin temer nada. Fue ella la que consoló al gran astro, sin temer quemarse o causarse dolor, porque le importaba más la desdicha de aquel que su propia felicidad, siendo así como conoció las desgracias del sol, que decía no tener ni un solo amigo, vagar por los campos y villas, sin que jamás nadie le sonriera o se acercara a charlar con él.
Fue también ella ,con la ayuda del conejito-que daba saltos de emoción- y del gorrión-que alzaba por fin sus alas -quien le contó lo mucho que los demás animales y plantas le querían, como dependían de él para sobrevivir, para tener a sus hijos o para alimentarse.
Por sus bocas inocentes, supo el sol, lo mucho que se le apreciaba, lo amado por todos que era y lo equivocado que había estado.
Por ello, pidió disculpas, yéndose presto a iluminar el nuevo día, cabalgando sobre la aurora y filtrando sus rayos a través del manto negro de la noche.
Los animales y las plantas eran todo felicidad viendo al sol brillar de nuevo en los cielos, las plantas se estiraban para que sus hojas se impregnaran con su calor y los animales lo miraban con respeto y atención.
Los niños valientes regresaron a sus casas...El conejito enseñando las nuevas piruetas aprendidas junto al sol a sus hermanos y el gorrión dando lecciones de vuelo a los suyos.
Solo la oruguita se encontraba mal, sin saber porqué, sintiéndose con ganas de cobijarse en si misma, tejiendo un hermoso capullo, en la misma rama de hierbaluisa en la que había nacido y escondiéndose dentro de él.
Cuando el sol supo por una de las águilas-aquella que más se atrevía a acercarse a su estela - lo que le había sucedido a la pequeña oruguita, durante días enteros, no se apartó de su lado, abrigando con sus rayos , el pequeño capullo blanco que se balanceaba contento al compás de la brisa del oeste.
Hasta que una mañana, con la amanecida y el sol saliendo de entre los brazos somnolientos de la montaña, todos los habitantes de Cuidad Jardín vieron como el capullo se abría naciendo de él una linda mariposa, que estiró sus nuevas alas, para que todos las pudieran admirar.
-Son alas de oro-dijo el conejito, desde la puerta de su madriguera.
-Pero…¿cómo es posible, que una mariposa así ?, ¿sin que nadie nunca antes la viera?-exclamó la envidiosa señora Flamenco, desde su privilegiada altura.
Pero la oruguita se echó a volar, sin importarle sus comentarios, porque lo único que deseaba -de veras- era unirse con su amigo del alma, con el que tantas horas de calor había compartido y con el que fue a estrenar sus nuevas alas de fuego, como el mismo sol.
(c)Ana Isabel Espinosa García
Puerto Santa María de Cádiz
España
Ana Isabel Espinosa García es escritora y columnista en prensa
Ha sido distinguida con los siguientes premios:
Primeros premios:
De cuentos Miquel Adquert Noguerol . / Baltasar Porcel de novela, concedido por el Excmo Ayuntamiento de Andraix,Mallorca/ de cuentos Valdemera, patrocinado por el Excmo Ayuntamiento de Velilla de san Antonio (Madrid/ Barcarola de cuento/ de relato Ciudad de Baza / de narrativa del certamen nacional literario que patrocina el Ateneo Mercantil y Cultural de Onda,en Castellón./ de la federación de centros castellanos en el pais vasco/ de relatos de mujer del ayuntamiento de Pola de Laviana en Asturias/ de novela corta Ciudad de Jumilla,del ayuntamiento de Jumilla(Murcia)
Finalista de relato en el premio de narrativa del Exmo Ayuntamiento de Algodonales //finalista de la Biblioteca Pública Municipal de Andorra,//finalista en el Certamen de relatos semanasanteros de la Tertulia Cofrade Pasión de Valladolid//finalista del certamen de relatos de mujer del Ayuntamiento de Bilbao durante cinco años consecutivos//accésit en el certamen de novela corta del Ayuntamiento de Benalup //Premio en el certamen de la asociación "ya te digo" //premio de ensayo con la obra "Claves,ideas y recados para no odiar"//finalista del Nostromo de novela,patrocinado por el Museu Marítimo de Barcelona //doble finalista del certamen de nacional de cuentos villa de la guardia //doble finalista de concurso de cuentos Blas Infante , La hija demi madre, relato seleccionado en el certamen Café con literatos, FINALISTA Relto breve Bohemia 2012 finalista en el 9º Certamen Internacional de Relato "La lectora impaciente", FinalistaIII Certamen Literario María Carreira 2015,Finalista certamen de relatos de mujer de Santurtzi 2015, finalista certamen internacional relatos policiacos SSemana Negra Gijón 2015, Finalista del certamen de relatos de terror Dunbok 2015 con libro antología reconstrucción, Sangre en la arena microrrelato seleccionado para la publicación en el libro solidario Bocados sabrosos II: FINALISTA DEL DE RELATO JULIO CORTAZAR DE LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA, con el relato titulado UN TIRO AL AIRE.
*El cuento Las alas de la mariposa resultó ganador en el concurso de cuento Revista Barco de papel 2015
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