EL VERDADERO TUNCHI
En noches de luna llena, hay que andar acompañados, porque se dice que en esas fechas es cuando se abre una puerta invisible y de ella emergen seres muy extraños, uno de esos extraños seres, fiero y maligno; se llama Tunchi. El Tunchi tiene un aspecto terrible y provoca mucho pánico entre los que lo ven.
Éste corre más que el viento y su rostro toma la figura más caprichosa, una que jamás hayas podido ver. A veces puede parecerse a cualquier persona que tú conozcas: un familiar cercano, o un amigo muy querido por ti, porque éste conoce sabiamente transformarse en lo que desea. Sus ojos son rojos como la sangre y se parecen al de la temible lamparilla y si estás solo, es muy probable que te aborde con engaños y te logre convencer, por eso, en noches de luna llena, hay que andar con mucho cuidado. Algunos dicen que si le llamas por su nombre... Tunchi, Tunchi, viene y te concede todos tus caprichos, pero debes ser varón, porque a las mujeres les teme mucho. Porque ellas lo pueden descubrir pronto y pescarle su engaño. No tiene pies de cabra ni de gallo como dicen todos; y aunque se cuenta mucho sobre él, sólo yo, que lo he visto en persona, puedo dar fe que el verdadero Tunchi no es como lo pintan. Éste sabe cantar y encantar como los bufeos y sirenas. Hay quienes narran historias similares al de Ulises, por eso son mágicos y te hechizan pronto si tú eres varón. Para tenerlo de amigo, y sobre todo, para verlo de cerca hay que ser perversos como él.
Aquella noche en que mi hermana Mabel, cumplía nueve años, mi madre había preparado un pan gigante, al que en la selva y en la sierra del Perú, llaman “wawa”, que quiere decir bebé.
Después de una sencilla merienda mi madre nos dijo que hoy dormiríamos más temprano que de costumbre, nosotros no sabíamos porqué debíamos hacerlo. Antes de ir a la cama y dormir, yo había salido a la huerta a orinar, porque en casa no era posible tener todas las comodidades, como sí lo tenían mis otros vecinos, porque mis padres eran chacareros y apenas podían con sus ocho hijos, que éramos nosotros.
Casi al llegar al árbol de anona, oí un canto, al que no di la menor importancia y después de haber terminado de orinar, en el mismo instante en que levantaba la bragueta de mi pantalón, para emprender retirada. Oí algo extraño, no era un canto sino una voz, por ahora casi irreconocible; pero en cuanto me asomé al árbol de guanábana -el que se hallaba atiborrado de hermosos frutos y avisté que en medio de copiosas hojas, se asomaba un rostro. Parecía la de mi tío Julián. Inicialmente pensé que fuese aquél, pero, mi tío está en el norte; desde hace más de 2 años y ¿Entonces quién es éste? –me dije- y continué mirándolo…
— Hola, ¿acaso te has olvidado de mi?-
— Perdona, pero ¿Quién es usted? –le dije-. Entre conmovido y temeroso, aunque aquello no se lo demostrara.
Aquél ser volvió a hablarme, y continuó apostado en la copa del árbol, sin mostrar el menor indicio de moverse. Y como estaba muy alto, supuse que podría ser una visión, porque no creía que alguien con ese peso pudiera permanecer en la débil copa de un árbol, y sin ninguna necesidad ¿Para qué? –me dije- y a pesar de mis dudas continué de pie, y éste continuó preguntándome una y otra cosa.
.
Casi todo el tiempo le mostré ecuanimidad, no debía mostrarle mi temor por hablar con desconocidos. Aunque en el fondo de mi ser, mi alma se encrespaba y deseaba arrojar todo lo que había ingerido, pues mi espanto era total. Mi rostro de seguro que no era el mismo. No sé si lo notara, aquel hombrecito, que yo estaba ya al borde de la locura. Y entre tantas otras, me dijo que deseaba entregarme sus poderes. Allí sí que la situación se puso color de hormiga. ¿Qué poderes me podría dar alguien así?
— Mira, ¿sólo quiero que me digas, cuántos hermanos tienes? Yo le respondí que ¿para qué lo quería saber?, a sabiendas que mi temor iba en aumento, mis venas se dilataban y estaba a punto de reventar, como si fuera un balón de gas…
El raro personaje quedó en silencio, en uno que podría oírse sólo el zumbido de zancudos y después de unos minutos en que el silencio fue evidente. Me armé de valor, mientras aquel extraño personaje bajó del árbol. Al parecer deseaba entablar una buena comunicación conmigo. Ya casi al llegar al pie del árbol, su cuerpo fue tomando una rara coloración fosforescente de donde emanaba un olor nauseabundo; ya no era más humana. Ahora parecía ser un águila dispuesto a extirparme la entraña y los ojos. Mi corazón se aceleró a tal punto que parecía que iba a expulsarse por mi boca. Mi ritmo cardíaco no era ya el mío, sino el de una fiera en plena persecución de su presa. Y casi al borde de esa paranoia, debía mostrarle serenidad y creo que eso fue lo que le agradó, aunque, estaba seguro si éste supiera mi horror, yo habría muerto fulminado como por un rayo. Y allí se acercó y me tomó del hombro y dijo:
— Oye, sabes, ¡Me encanta ser tu amigo…! -me dijo con voz muy pausada. Aquello me devolvió la vida, a pesar de todo… estaba alerta, no podía bajar la guardia, no ahora. Y respondí, pasándome saliva.
— ¿Mi amigo?, pero si recién acabo de conocerte…
— Por eso, precisamente por eso y para muestra, que a partir de ahora seremos amigos. Te ofrezco este presente…-dijo- y ante mi asombro, mis ojos vieron algo muy extraño. Aquel hizo aparecer en medio de la densa vegetación, un hermoso castillo, como el de las épocas medievales. Yo lo sabía por historia, porque la maestra nos había mostrado en la escuela, inmensas gráficas con esos detalles...
No tuve fuerzas para continuar hablando. Al verme en silencio, hizo un nuevo movimiento de ojos y apareció una hermosa residencia, un palacio, diría yo. Sólo el de Dubai podría ser igual. Mi madre nos decía siempre que “no todo lo que brilla es oro”, por eso no creí en su ofrecimiento y me limité a observar sin verter palabra alguna, ante todo aquello que ese extraño visitante me iba mostrando, como en una pequeña filmina. Cansado de tantas apariciones y al ver mi indiferencia; acotó:
— No entiendo, ¿Cómo es posible que no aceptes mis regalos, si estos son los más exquisitos?
Yo no di respuesta a su interrogante. Le ofrecí mi mano en señal de amistad y me retiré. Al llegar a casa ya todos estaban durmiendo. Al parecer sólo me había tardado unos minutos y como éramos varios hermanos nadie se fijó que uno de los nuestros faltara en la cama.
Entré con mucho sigilo a recostarme. Compartía la cama con mi pequeño hermano al que lo llamaban Benjacho. A partir de la fecha, las visitas y charlas con este extraño ser, son más constantes, por eso es que yo sé cómo es el verdadero Tunchi, no te recomiendo que te acerques a él; no vaya a ser que se enfurezca.
Fin
(c) Gloria Dávila Espinoza*
Cuento extraído del libro: Sajra Wayín
Arte: Pescador lunático
Yudit Vidal Faife
Artista plástica cubana
From the series Entidades míticas (Mythical entities).
Mixed media/cardboard, 28 x 20 in (72x51 cm)
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