Cada vez que iba al parque de diversiones, corría a La Estrella. Aquella rueda giratoria, grande como un edificio, era mi favorita entre las atracciones.
Cuando comenzaba a subir, lentamente, experimentaba una desesperación casi dolorosa por llegar a la cima. Al sentirme en el punto más alto, levantaba los brazos y sentía que podía tocar las estrellas.
Se iniciaba el descenso y con él un cosquilleo indescriptible. Cerraba los ojos y dejaba que el vértigo subiera, encendiendo luces de colores, despertando al ángel que dormía en mi interior. “Si morir es tan fácil, no tengo por qué temerlo”... pensaba mientras extinguía mi ser para fundirme con el Universo.
Concluida la rotación del astro metálico, era depositada en el suelo y mi antiguo miedo a la muerte regresaba con punzante insistencia.
Y corría a comprar más entradas, para iniciar una nueva vuelta.
(c) Marié Rojas Tamayo
Ciudad Habana
Cuba
Versión el relato publicado en el libro “De príncipes y princesas”, editorial El Far, Mallorca.
dibujo: Ray Raspall Rojas
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