miércoles, 4 de enero de 2012

Cuento: Depredadores - Rossana Duarte Martín
























(Buenos Aires)








El cuento Depredadores de Rossana Duarte Martín (Lanzarote, Islas Canarias) resultó finalista en el Concurso Contra el acoso escolar organizado por la Revista Barco de papel.








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Depredadores








-No te preocupes- me dijo mamá- casi a punto de llorar.

La vida pasa, con sus días y con sus años, como siempre, pasa.
Mientras me acariciaba las trenzas que colgaban rubias, desde mi cabeza hasta mi cintura. Mientras el director del centro rellenaba un formulario de accidentes ella sin mirarlo, me repetía una y otra vez, ya verás cariño, mañana verás la vida de otra manera.
A mis doce años recién cumplidos creo que había llorado más de lo que había reído, pero sabía que era un problema de la familia desde siempre. A mi madre le había pasado exactamente igual, ya que casi nunca reía, pero si tenía los ojos rojos de llorar aunque nunca o casi nunca delante de mi.
Mientras nos alejábamos del despacho del Director del centro, mi sensación era de seguridad entre los brazos de mi madre. Ya, las palmas de las manos no me sudaban y el corazón ya no intentaba salirse del pecho. Pensar que volvía a casa esa mañana, a mi guarida, era lo mejor que me había pasado en la última semana.


- Mami, ¿me vas a cambiar de centro?- pregunté
- Si, pero no tienes que preocuparte de nada, me contestó.


De camino en coche, puso a Beethoven, siempre lo ponía, según ella para pensar. Mi mirada se desparramaba por el cristal y obligué a las bandidas de mis lágrimas a que no hicieran aparición de nuevo, mamá realmente sufría si no estaba contenta.
Mirar a mamá por el rabillo del ojo para saber como se encontraba continuamente, esa acción se había convertido en un hobby, ya que era algo que solía hacer cuando ella me decía que tenía que pensar.
De camino a casa paramos en una cafetería. Siempre cuando teníamos problemas en casa lo hacíamos para poder hablar mejor, me decía mamá. Nos bajamos y ya sabía que se pediría un café con leche y yo un zumo de naranja.
Ese día algo cambió. De repente se levantó y me dijo:




- Ana vámonos no me apetece tomar nada ¿y a ti?
-Tampoco, mamá.


Caminamos durante mucho tiempo sin hablar de nada importante excepto que se había pedido el día para estar a mi lado.
Cuando vimos justo delante de nosotras un banco decidimos que era el momento de parar y descansar un poco.
-Ana, sabes que te quiero muchísimo.
-Si- dije mirándola a los mares que tenía por ojos.
-Vale- no puedes permitir nada de lo que te está pasando.
Me siento culpable por tantas cosas que hay días que no me perdono ni mi propia vida. Nacer prematura y que te quedaran secuelas ha sido para mi el mayor sufrimiento por el que he tenido que pasar. Luchar para que no fueras diferente a los ojos de los demás a sido la máxima en mi vida, pero ahora te toca a ti, decidir lo que tienes que permitir y lo que no.


-Mamá, te prometo que no va a volver a pasar.
-No, Ana no puedes mirar hacia otro lado, mamá no estará aquí a tu lado toda tu vida y mi deber desde el día en que naciste ha sido hacerte más fuerte psicológicamente para que te aceptaras.
Las lágrimas que caían de los ojos de mi madre, eran puñales en mi corazón, pero tenía razón en casi todo lo que me decía. Solo tenía a mi madre y ella solamente a mí. Cuando tuve cinco años mis padres se separaron y tuvo que ser “algo” traumático porque nos fuimos desde Madrid a Lanzarote a vivir. Mamá renunció a su familia, a sus amigos , y a todo lo que conocía hasta ese momento. Todo por alejarnos de mi padre , del que nunca más supe nada. Yo no preguntaba por él, y tampoco mamá me contaba nada. El invierno que llegamos a nuestra nueva casa, la Isla de Lanzarote era pues eso, una isla , pero mamá se empeñó en hacer que la conociera y así la pudiera querer como hoy la quiero. Ella, estudiaba de día y de noche y casi no dormía, tenía que aprobar unas oposiciones para poder trabajar. Lo consiguió y pudimos cambiar de casa, a una zona un poco mejor y comenzó después del verano mi colegio nuevo. No tengo sino vagos recuerdos del primer día, pero sentí miedo y soledad cuando mamá se fue y me dejo.
Prometíamos continuamente contarnos todo, pero por mi parte no lo podía hacer, le destrozaría el alma si le llegara a contar que mi día a día era horrible, una auténtica pesadilla. Se moriría si supiera que a su niña(como ella me llamaba) María que se sentaba a mi lado en clase, al ver que me levantaba, me ponía un traspiés para que el resto de compañeros y compañeras pudieran tener una risa asegurada cuando lo que dábamos en clase era aburrido, que mi profesora cuando eso ocurría, me decía que me dejara de llamar la atención aunque fuera un día al año, mientras me miraba con cara de asco, que el resto de alumnos y alumnas a la mínima que sufriera, disfrutaba, que en el baño, solo había pintadas con mi nombre donde lo más bonito que escribían era “Para María la coja de mierda” y tantas cosas que la harían sufrir tanto que nunca sabría.
Cronológicamente tenía doce años, pero si hubiese existido una edad para determinar el sufrimiento tendría unos cien, creo. Desde que había empezado en el cole, recuerdo como los niños de seis años me decían que yo no tenía padre, físicamente no me dijeron nunca nada, con esa edad no eran conscientes, quizá tendría que haberlo contado pero mamá en esa época con la separación de mi padre ya tenía suficiente. Ellos mismos, al ver que nadie me defendía, pues acentuaban con más saña la crueldad la que me sometían y así fueron pasando los años hasta el día de hoy.
Mis profesores sabían perfectamente lo que pasaba, pero no intervenían, y mi tutor siempre me recalcaba que no los mirara ni les contestara, algo que yo, hacía muy bien, pero que nunca funcionó.
Mientras pensaba en todo esto, ella no paraba de mirarme con el amor que solo una madre como la mía, podía haberlo hecho.


-No te preocupes, mi madre preciosa, de verdad que no pasó nada , solo tropecé porque ya tenía las piernas cansadas. Le dije al oído mientras nos dábamos un abrazo.
-¿De verdad? Déjame mirarte bien la espalda. Al levantarme la camisa vio como tenía cardenales y eso la desesperó aún más.
-De verdad, mamá que los cardenales son de darme golpes yo misma. Sabes lo patosa que soy -
dije sin poder mirarla a los ojos.
Retrocedimos por donde vinimos, para poder llegar al coche. Justo cuando iba a entrar en la parte del copiloto mi madre me rodeó con sus fuertes brazos y me besó tan fuerte que, que creí que me arrancaría el trozo besado, pero mientras cerraba los ojos supe que eran los regalos que más me gustaban, sus besos.
Todo en la vida es posible, pero nos empeñamos en hacerlo imposible. Esa frase de mamá era como el pan nuestro de cada día. La reflexionaba en voz alta.


¿Dónde quedó la diferencia del ser humano a la del animal?


Al vivir en el archipiélago canario, teníamos a nuestra disposición seis islas más para poder empezar una vida nueva, dijo mamá mientras cenábamos.




-Voy a pedir traslado de Cabildo a Cabildo y desde que me lo concedan mi vida, nos vamos a rehacer nuestras vidas.
-Pero .. ¿y mis amigas?
-No importa eres joven harás más, y si lo son de verdad seguirán siéndolo.
Ella no sabía que nadie quería acercarse a mí porque mi discapacidad se pegaba según mis compañeros. Pero si sabía que a ella le gustaba cuando le mentía y le contaba que cualquier tarde saldría con “ellas” a dar un paseo.
Al día siguiente no fui al cole, pero desde que mamá salió a trabajar , no paraban de llegarme msn al móvil ,eran mis compañeros y compañeras, donde me amenazaban continuamente sobre lo que me harían a mi o a mi madre si contaba lo que había pasado. Un mensaje llegó deseándome que me recuperara, fue de mi tutor. Ese adulto que había impartido clases durante veinte años pero prefería no hacer nada por una alumna a la que a todos machacaban.
Por supuesto no contesté a nada, es más, apagué el móvil. Me puse en el salón acostada mientras veía la tele. Mamá llamó muchas veces y al no contestar se acercó a casa en la hora del desayuno asustada.


-Lo siento, lo tengo apagado, pude articular mientras ella me miraba con cara agradecida por encontrarme bien.
-Vale, pero tenlo operativo. Salgo a las tres, la comida está en la nevera si tienes mucha hambre, sino espera por mi para comer juntas, me dijo mientras cogía el bolso del sillón, las llaves de la mesa y me daba un beso.
Al nacer tan prematura tenía unas contracturas musculares fuertes y dolorosas mi enfermedad se llama espasticidad. Esta enfermedad produce que mis tendones no hayan crecido a la par que el resto del cuerpo y visualmente se traduce en caminar diferente, como lo llama mamá. Ella se ha desgatado buscando soluciones para mí pero por ahora, la solución definitiva no ha llegado.
Al tener encendido el móvil, oía desde la cocina como seguían entrando mensajes, pero la verdad, me daba igual. No entendía como se seguían gastando dinero con el afán de humillarme. Empujarme por la escalera hasta hacer que rodara por ella no había sido suficiente. A veces creía que la muerte tenía que ser como la vida de otras niñas, la muerte tenía que ser maravillosa, creo que se vivía en paz.
La primera vez, que pensé en morir tendría diez años y mientras me llenaban la cara con pintadas de tizas mientras cuatro compañeros y compañeras me agarraban en el suelo, fue en lo único que pensé, pero después me acordé de mamá y la idea se fue.
Hoy vuelvo a pensar en ello, también creo que mamá si yo no estuviera podría rehacer su vida. ¿Quién querría a alguien como yo, si mi padre casi mata a mi madre cuando supo que tenía problemas físicos?
Ya tengo doce años. Realmente mi madurez indica otra cosa, pero aunque con mamá bajo el nivel para que no me conozca realmente, si se con mi edad lo que “no” quiero.
No quiero que me llamen Quasimodo, no quiero que mi vida siga así entre miedo en la calle, mirando siempre para atrás por si me siguen, y me hacen algo más de lo que ya me han hecho, no quiero que mi madre sepa nada de lo que he vivido y vivo, no quiero en definitiva sufrir más.
Cuando mamá llegó, corrió hacia mi, la recuerdo gritando y llorando y desesperada me abrazaba entre sus brazos.



- ¿Por qué Dios, por qué …?



Una vecina llamó a la ambulancia y ya no recuerdo nada más, a partir de ese momento.
Nadie sabe que puedo oír. Las enfermeras hablan de sus cambios de turnos y lo horrible que es la supervisora, los médicos sobre lo buena que está la auxiliar nueva y en general todos los que pasan están ciegos. Se que estoy en el hospital y sé que mi madre, aunque no puedo mover la cabeza, está ahí a mi lado como siempre.
Intento gritar, para decirle que es lo mejor para las dos, ya que mi vida nunca cambiará pero la suya sin mí, seguramente lo hará, pero la voz no me sale.
Llevo un tiempo que no sé cuanto es en horas o días pensando que lo que ha pasado tendría que contarlo para que no se lo hicieran a nadie más, ellos , los depredadores no se quedarían sin un juguete roto mucho tiempo, encontrarían a alguien como yo, para poder seguir sintiendo el poder.



-Buenos días, le dicen a mamá,
-Buenos días, contesta ella.



Las voces las oigo distorsionadas,(me recuerdan a Lord vader el de la guerra de las Galaxias).
Si María quiere volver volverá su coma es reversible pero es ella quien decide la ciencia la mantiene pero solo ella tiene el poder de hacerlo.
QUÉ ALEGRÍA, mi abuela y mis tías vinieron a verme, las oigo dándoles besos y abrazos a mamá..
Tengo que despertarme, tengo que despertarme, pero ¿cómo lo hago?



- Doctor, doctor, gritó mamá mi hija mueve los pies, doctor gritaba cada vez más fuerte mamá..
-María, despierta venga estamos todos aquí solo tienes que querer hacerlo, venga mi niña..
-Mamá.. lo siento, y justo cuando lo pensaba pude hacerlo. Abrí los ojos y pude verla, estaba llorando y el doctor la hizo salir fuera.



No sé cuanto tiempo me miraron cada poro de mi piel, pero al llamar a mamá, mientras no podía dejar de llorar la hicieron pasar a mi lado.
-Te quiero y si te vas, yo me hubiese ido contigo. Cuanto siento todo lo que has tenido que vivir, cuanto lo siento cariño.


Después de tantas llamadas de teléfono y tanta distancia pude ver a mi familia, la única, (a parte de mamá ) que tenía. Fue el día más feliz de mi vida que recuerdo. Todas las personas lloraban, pero esta vez de felicidad.
A la semana salí del hospital, a la siguiente volví al colegio donde nada más entrar por el portón los alumnos y alumnas de mi clase me esperaban para saludarme y aplaudirme y la tercera todo era normal. A María la echaron del centro a Juan lo expulsaron indefinidamente hasta que su familia también lo cambio a otro colegio y a mi tutor, lo despidieron
A los tres meses, a mamá la destinaron a Fuerteventura y nos trasladamos allí a vivir. Ella supo de mi realidad cotidiana por mi móvil y tuvo las pruebas suficientes para denunciar. Primero al centro, luego a mi tutor y por último al director. Lo más importante fue saber que en el colegio no volvería a pasarle nada a nadie. Hoy estoy en una playa maravillosa de arena blanca y mar turquesa en mi nueva isla. Mamá se enamoró de un compañero de trabajo que hace poco empezaron a salir. A mi me gusta un chico por primera vez y por supuesto nada más de secretos, mamá ya lo sabe.
Tengo trece años y la vida puede ser maravillosa, si queremos que así sea.








(c)Rossana Duarte Martín








Municipio de Teguise.






Lanzarote.




Islas Canarias

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