(Buenos Aires)
El cuento La fortaleza de la unidad, de Helí Ronald Leiva Echevarría (Lima, 1980)resultó ganador en el Concurso Contra el acoso escolar, organizado por la revista Barco de papel.
El cuento La fortaleza de la unidad, de Helí Ronald Leiva Echevarría (Lima, 1980)resultó ganador en el Concurso Contra el acoso escolar, organizado por la revista Barco de papel.
LA FORTALEZA DE LA UNIDAD
Empezaba nuestro primer año de educación secundaria y, cómo era costumbre en nuestra localidad, los colegios superiores recibían a los niños que habíamos concluido nuestra educación primaria.
Mi colegio era mixto, es decir éramos alumnos varones y mujeres. Entre mis compañeros nuevos, se encontraba un niño de doce años. Era mediano de estatura, tenía la piel quemada por el frío, típico de las personas que han vivido por años en zonas altas de la cordillera; tenía unos ojos negros pero temerosos y siempre mantenía la cabeza agachada como esperando recibir una orden, reprimenda o castigo.
Desde el primer día de clases, la mayoría de compañeros lo apartó y, cómo cada niño escogía con quién compartía su carpeta bipersonal; Lucas, que así se llamaba mi compañero de clases, fue relegado a la última fila.
Dentro del salón de clases se nombraba a un brigadier o alumno con buenas calificaciones, para que se encargara de velar por el orden interno en el salón de clases. Esta responsabilidad en esa oportunidad recayó sobre mí. Cada día que pasaba era testigo de cómo otros niños, maltrataban a Lucas. Le ponían sobrenombres como “dinosaurio” porque lo veían pasado de moda, y lo convertían en el centro de las burlas con otros insultos irrepetibles que, con sólo oírlos, indignarían a cualquier persona.
En una ocasión, Fernando, el alumno más alto y abusivo del salón, golpeó a Lucas por el simple hecho de no haberlo saludado. La persecución contra el pobre Lucas era tan asfixiante, que dejó de asistir a clases por espacio de una semana.
Decidí indagar por el paradero de Lucas, para poder visitarlo y tratar de ayudarlo. Comenté con mis padres la situación de mi compañero y ellos me ayudaron a ubicar la dirección de mi colega. Fui a visitarlo y conocí su triste realidad. Lucas era un niño huérfano de padre y madre que vivía en una casa con una hermana mayor. Ésta hermana mayor, madre de tres hijos, salía a trabajar de día y regresaba a casa por la noche. Lucas llegaba de clases y cocinaba el almuerzo para sus sobrinos. En las tardes, preparaba unos dulces en base a azúcar, maní y coco y los vendía en la puerta de otro colegio cerca de su casa. Con ese dinero ayudaba a comprar los víveres y útiles escolares para él y sus sobrinos.
Animé a Lucas a volver al colegio. Le hice ver que necesitaba estudiar para poder ser una mejor persona y tener posibilidades de progresar en la vida. Me comprometí a defenderlo y apoyarlo en lo que se refería a las clases, tareas y en cuanto a los demás compañeros del salón. Al principio, Lucas no quiso volver al colegio, pues temía ser maltratado nuevamente. Le prometí que hablaría con los profesores y los demás para que lo traten mejor.
Con ayuda de mi profesora asesora se citó a una reunión de urgencia a los docentes y padres de familia. En ésta reunión se trató el caso del niño maltratado y se comprometió a los padres para que conversen con sus hijos a fin de evitar un futuro maltrato.
Igualmente los docentes hablaron en su horario asignado, invocando a la unidad entre los integrantes del salón. La psicóloga del colegio también impartió charlas para que los alumnos aprendieran a rechazar la discriminación. Sin embargo pese a las sugerencias y advertencias, un grupo de alumnos de pésima conducta
A pesar de las advertencias y compromiso de los padres, algunos alumnos se mostraban reacios a respetar a Lucas y hacían caso omiso de las advertencias. En forma sutil, lo marginaban y en el peor de los casos lo agredían cuando los docentes estaban ocupados, de manera que no podían percibir el maltrato.
Un día durante la clase de educación física, el profesor nombró a los líderes del grupo para conformar los equipos de fulbito. Nombraron a José, Raúl, Percy y yo.
Los líderes de cada grupo empezaron a elegir a los mejores jugadores:
Fernando, ven a mi equipo- gritó Raúl.
Luis, ven con nosotros- dijo Percy.
Jhonatan, únete a los mejores- dijo José
Lucas, eres bienvenido- dije sonriendo.
Todos incluyendo Lucas se sorprendieron de mi elección. Incluso algunos de ellos trataron de convencerme, inútilmente claro, de que sacara a Lucas de mi equipo.
Miren muchachos – les dije- si no están de acuerdo con mi decisión pueden cambiarse de grupo.
Inmediatamente Manuel, Kevin y Adrián se retiraron de mi equipo dejándonos a Lucas, a Orlando y a mí.
Me acerqué al profesor y le pregunté qué alumnos no tenían equipo. Me señaló a tres compañeros que habían sido apartados por los demás. Estos tres niños que habían sido discriminados eran: Wilmer que tenía anteojos, Elmer que era pequeño de estatura y Serafín que sufría de obesidad. Me acerqué a ellos y les pregunté si querían jugar para mi equipo. Ellos se alegraron de ser parte de mi grupo.
Antes de iniciar el pequeño cuadrangular relámpago entre los cuatro equipos, reuní a mi grupo y les arengué a luchar por conseguir un triunfo.
El día de hoy nos hemos reunido para conformar un grupo selecto de amigos. Un grupo unido que ha logrado conformarse debido a nuestras habilidades especiales y no por nuestros defectos. Cada uno de nosotros lleva dentro de sí a un campeón con sed de gloria, que ya está cansado de ser humillado y de vivir menospreciando sabiendo que tienen todo el potencial de levantarse y vencer a todos los obstáculos que le impiden progresar. Hoy es el día de desterrar nuestros miedos. Nadie es más, ni menos que nosotros. Somos un grupo de hermanos que buscamos ganarnos el respeto de los demás a costa de nuestro esfuerzo. Nadie sino nosotros somos los dueños de nuestro propio destino. Unidos nadie nos vencerá, ni nos maltratará, ni perseguirá. Todos protegemos a uno y uno verá por la protección de todos. ¿Están decididos a ser campeones el día de hoy? – grité con todas mis fuerzas.
Sí me respondieron al unísono mi equipo-
Muy bien, les dije. Ahora vamos a utilizar nuestras fortalezas para vencer nuestras debilidades. La estrategia es muy sencilla, sólo necesito que me presten mucha atención.
Orlando y Elmer – dije separándolos del grupo - ustedes serán los encargados del ataque. Ustedes son los más pequeños, pero también los más veloces. No enfrentarán directamente a los rivales, porque en un choque frontal, los demás equipos nos destruirían. Pero seremos más inteligentes que ellos. La fuerza que nos falta la compensaremos con su velocidad para conducir la pelota. No se dejen alcanzar por los demás.
Wilmer - le dije al niño de anteojos- Tú serás el encargado de transitar la pelota entre la defensa y el ataque. Si bien es cierto, tu apariencia te hace ver como un muchacho frágil; sin embargo eres una de nuestras armas secretas. Serás rápido al pasar la pelota, de la defensa al ataque y del ataque a la defensa; de esa forma no permitirás que te toquen cuando tengas el balón y nadie tendrá una excusa para chocar contra ti.
Lucas y Serafín – dije señalándoles la posición que les correspondía en el campo de juego- ustedes serán la defensa. Lucas – dije mientras lo miraba a los ojos- tú sabes lo que es soportar las inclemencias del tiempo y de la gente. Eres fuerte y necesitamos esa fortaleza para que no dejes pasar ninguna pelota hacia el arco. – Serafín – dije mirando al más grande de nosotros- tú eres grande y fuerte, muchos se burlan de ti porque sencillamente es una forma de expresar el temor que te tienen por las grandes cosas que puedes lograr. Al igual que Lucas te encargarás de no permitir la entrada de ningún balón al arco. También protegerás a Lucas, a Wilmer y a mí de los ataques de los demás; y cuando los demás quieran atacarte estaremos ahí para defenderte.
Finalmente yo me encargaré del arco. No se preocupen que siempre he practicado en esa posición. Si todos cumplimos con nuestras obligaciones y nos protegemos unos a otros nadie nos vencerá.
El campeonato que se desarrolló entre los cuatro equipos será recordado por muchos años. Nosotros éramos, a decir de todos, el peor equipo. Y ésa era nuestra fortaleza. Al habernos subestimado los demás equipos, se relajaron y quedaron descubiertas ante nosotros sus debilidades. Esas oportunidades no las desaprovechamos y pudimos sorprender a todos nuestros rivales. De nada sirvieron los esfuerzos de los demás, pues nuestro ataque era rápido y contundente. El equipo de José cayó goleado 5 a 0. El equipo de Percy nos adelantó en el marcador con un gol, pero nos recuperamos y Orlando metió el empate. Sobre el final un tiro de esquina sobre el arco contrario cayó a los pies de Wilmer que metió el gol del triunfo. Marcador final 2 a 0. El último partido era el definitivo. El equipo de Raúl era el candidato para ganar la copa. El partido fue intenso, Fernando buscaba la oportunidad de patear a Lucas, pero éste era rápido y se resguardaba donde Serafín. Contra Serafín no podía nadie. Quedamos 0 a 0. La final fue por penales. Tapé tres penales y Wilmer, Elmer y Lucas nos dieron los tantos del triunfo. Terminamos 3 a 2 y ganamos la ansiada copa.
De ahí en adelante nos volvimos un grupo muy unido, nuestra amistad no quedó en la cancha. Nos cuidábamos entre nosotros y ante cualquier forma de abuso, éramos los primeros en denunciarlo ante los profesores y el director. De esa forma no sólo nos cuidábamos nosotros, sino que también ayudábamos a prevenir cualquier forma de abuso contra algún inocente compañero.
(c) Helí Ronald Leiva Echevarría
Empezaba nuestro primer año de educación secundaria y, cómo era costumbre en nuestra localidad, los colegios superiores recibían a los niños que habíamos concluido nuestra educación primaria.
Mi colegio era mixto, es decir éramos alumnos varones y mujeres. Entre mis compañeros nuevos, se encontraba un niño de doce años. Era mediano de estatura, tenía la piel quemada por el frío, típico de las personas que han vivido por años en zonas altas de la cordillera; tenía unos ojos negros pero temerosos y siempre mantenía la cabeza agachada como esperando recibir una orden, reprimenda o castigo.
Desde el primer día de clases, la mayoría de compañeros lo apartó y, cómo cada niño escogía con quién compartía su carpeta bipersonal; Lucas, que así se llamaba mi compañero de clases, fue relegado a la última fila.
Dentro del salón de clases se nombraba a un brigadier o alumno con buenas calificaciones, para que se encargara de velar por el orden interno en el salón de clases. Esta responsabilidad en esa oportunidad recayó sobre mí. Cada día que pasaba era testigo de cómo otros niños, maltrataban a Lucas. Le ponían sobrenombres como “dinosaurio” porque lo veían pasado de moda, y lo convertían en el centro de las burlas con otros insultos irrepetibles que, con sólo oírlos, indignarían a cualquier persona.
En una ocasión, Fernando, el alumno más alto y abusivo del salón, golpeó a Lucas por el simple hecho de no haberlo saludado. La persecución contra el pobre Lucas era tan asfixiante, que dejó de asistir a clases por espacio de una semana.
Decidí indagar por el paradero de Lucas, para poder visitarlo y tratar de ayudarlo. Comenté con mis padres la situación de mi compañero y ellos me ayudaron a ubicar la dirección de mi colega. Fui a visitarlo y conocí su triste realidad. Lucas era un niño huérfano de padre y madre que vivía en una casa con una hermana mayor. Ésta hermana mayor, madre de tres hijos, salía a trabajar de día y regresaba a casa por la noche. Lucas llegaba de clases y cocinaba el almuerzo para sus sobrinos. En las tardes, preparaba unos dulces en base a azúcar, maní y coco y los vendía en la puerta de otro colegio cerca de su casa. Con ese dinero ayudaba a comprar los víveres y útiles escolares para él y sus sobrinos.
Animé a Lucas a volver al colegio. Le hice ver que necesitaba estudiar para poder ser una mejor persona y tener posibilidades de progresar en la vida. Me comprometí a defenderlo y apoyarlo en lo que se refería a las clases, tareas y en cuanto a los demás compañeros del salón. Al principio, Lucas no quiso volver al colegio, pues temía ser maltratado nuevamente. Le prometí que hablaría con los profesores y los demás para que lo traten mejor.
Con ayuda de mi profesora asesora se citó a una reunión de urgencia a los docentes y padres de familia. En ésta reunión se trató el caso del niño maltratado y se comprometió a los padres para que conversen con sus hijos a fin de evitar un futuro maltrato.
Igualmente los docentes hablaron en su horario asignado, invocando a la unidad entre los integrantes del salón. La psicóloga del colegio también impartió charlas para que los alumnos aprendieran a rechazar la discriminación. Sin embargo pese a las sugerencias y advertencias, un grupo de alumnos de pésima conducta
A pesar de las advertencias y compromiso de los padres, algunos alumnos se mostraban reacios a respetar a Lucas y hacían caso omiso de las advertencias. En forma sutil, lo marginaban y en el peor de los casos lo agredían cuando los docentes estaban ocupados, de manera que no podían percibir el maltrato.
Un día durante la clase de educación física, el profesor nombró a los líderes del grupo para conformar los equipos de fulbito. Nombraron a José, Raúl, Percy y yo.
Los líderes de cada grupo empezaron a elegir a los mejores jugadores:
Fernando, ven a mi equipo- gritó Raúl.
Luis, ven con nosotros- dijo Percy.
Jhonatan, únete a los mejores- dijo José
Lucas, eres bienvenido- dije sonriendo.
Todos incluyendo Lucas se sorprendieron de mi elección. Incluso algunos de ellos trataron de convencerme, inútilmente claro, de que sacara a Lucas de mi equipo.
Miren muchachos – les dije- si no están de acuerdo con mi decisión pueden cambiarse de grupo.
Inmediatamente Manuel, Kevin y Adrián se retiraron de mi equipo dejándonos a Lucas, a Orlando y a mí.
Me acerqué al profesor y le pregunté qué alumnos no tenían equipo. Me señaló a tres compañeros que habían sido apartados por los demás. Estos tres niños que habían sido discriminados eran: Wilmer que tenía anteojos, Elmer que era pequeño de estatura y Serafín que sufría de obesidad. Me acerqué a ellos y les pregunté si querían jugar para mi equipo. Ellos se alegraron de ser parte de mi grupo.
Antes de iniciar el pequeño cuadrangular relámpago entre los cuatro equipos, reuní a mi grupo y les arengué a luchar por conseguir un triunfo.
El día de hoy nos hemos reunido para conformar un grupo selecto de amigos. Un grupo unido que ha logrado conformarse debido a nuestras habilidades especiales y no por nuestros defectos. Cada uno de nosotros lleva dentro de sí a un campeón con sed de gloria, que ya está cansado de ser humillado y de vivir menospreciando sabiendo que tienen todo el potencial de levantarse y vencer a todos los obstáculos que le impiden progresar. Hoy es el día de desterrar nuestros miedos. Nadie es más, ni menos que nosotros. Somos un grupo de hermanos que buscamos ganarnos el respeto de los demás a costa de nuestro esfuerzo. Nadie sino nosotros somos los dueños de nuestro propio destino. Unidos nadie nos vencerá, ni nos maltratará, ni perseguirá. Todos protegemos a uno y uno verá por la protección de todos. ¿Están decididos a ser campeones el día de hoy? – grité con todas mis fuerzas.
Sí me respondieron al unísono mi equipo-
Muy bien, les dije. Ahora vamos a utilizar nuestras fortalezas para vencer nuestras debilidades. La estrategia es muy sencilla, sólo necesito que me presten mucha atención.
Orlando y Elmer – dije separándolos del grupo - ustedes serán los encargados del ataque. Ustedes son los más pequeños, pero también los más veloces. No enfrentarán directamente a los rivales, porque en un choque frontal, los demás equipos nos destruirían. Pero seremos más inteligentes que ellos. La fuerza que nos falta la compensaremos con su velocidad para conducir la pelota. No se dejen alcanzar por los demás.
Wilmer - le dije al niño de anteojos- Tú serás el encargado de transitar la pelota entre la defensa y el ataque. Si bien es cierto, tu apariencia te hace ver como un muchacho frágil; sin embargo eres una de nuestras armas secretas. Serás rápido al pasar la pelota, de la defensa al ataque y del ataque a la defensa; de esa forma no permitirás que te toquen cuando tengas el balón y nadie tendrá una excusa para chocar contra ti.
Lucas y Serafín – dije señalándoles la posición que les correspondía en el campo de juego- ustedes serán la defensa. Lucas – dije mientras lo miraba a los ojos- tú sabes lo que es soportar las inclemencias del tiempo y de la gente. Eres fuerte y necesitamos esa fortaleza para que no dejes pasar ninguna pelota hacia el arco. – Serafín – dije mirando al más grande de nosotros- tú eres grande y fuerte, muchos se burlan de ti porque sencillamente es una forma de expresar el temor que te tienen por las grandes cosas que puedes lograr. Al igual que Lucas te encargarás de no permitir la entrada de ningún balón al arco. También protegerás a Lucas, a Wilmer y a mí de los ataques de los demás; y cuando los demás quieran atacarte estaremos ahí para defenderte.
Finalmente yo me encargaré del arco. No se preocupen que siempre he practicado en esa posición. Si todos cumplimos con nuestras obligaciones y nos protegemos unos a otros nadie nos vencerá.
El campeonato que se desarrolló entre los cuatro equipos será recordado por muchos años. Nosotros éramos, a decir de todos, el peor equipo. Y ésa era nuestra fortaleza. Al habernos subestimado los demás equipos, se relajaron y quedaron descubiertas ante nosotros sus debilidades. Esas oportunidades no las desaprovechamos y pudimos sorprender a todos nuestros rivales. De nada sirvieron los esfuerzos de los demás, pues nuestro ataque era rápido y contundente. El equipo de José cayó goleado 5 a 0. El equipo de Percy nos adelantó en el marcador con un gol, pero nos recuperamos y Orlando metió el empate. Sobre el final un tiro de esquina sobre el arco contrario cayó a los pies de Wilmer que metió el gol del triunfo. Marcador final 2 a 0. El último partido era el definitivo. El equipo de Raúl era el candidato para ganar la copa. El partido fue intenso, Fernando buscaba la oportunidad de patear a Lucas, pero éste era rápido y se resguardaba donde Serafín. Contra Serafín no podía nadie. Quedamos 0 a 0. La final fue por penales. Tapé tres penales y Wilmer, Elmer y Lucas nos dieron los tantos del triunfo. Terminamos 3 a 2 y ganamos la ansiada copa.
De ahí en adelante nos volvimos un grupo muy unido, nuestra amistad no quedó en la cancha. Nos cuidábamos entre nosotros y ante cualquier forma de abuso, éramos los primeros en denunciarlo ante los profesores y el director. De esa forma no sólo nos cuidábamos nosotros, sino que también ayudábamos a prevenir cualquier forma de abuso contra algún inocente compañero.
(c) Helí Ronald Leiva Echevarría
Lima
Perú
dibujo:
dibujo:
de la serie Dibujos del C.P. Constantino Ródenas de Quart sobre que quieren ser de mayores
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